LA BOLSA DE PATATAS

 

Una de mis profesoras nos hizo llevar una bolsa de plástico transparente y una bolsa de patatas. Por cada persona que nos rehusábamos a perdonar, debíamos elegir una patata, escribir en ella el nombre y fecha y ponerla en la bolsa de plástico. Algunas de nuestras bolsas, como podrán imaginar, eran bastante pesadas.

Nos dijeron que lleváramos con nosotros a todos lados esta bolsa durante una semana, poniéndola al lado de nuestra cama de noche, en el asiento del coche cuando manejáramos,y al lado del escritorio en el trabajo.

La molestia de cargar esto con nosotros nos mostraba claramente el peso espiritual que llevábamos; teníamos que prestarle atención todo el tiempo para no olvidarla y llevarla en lugares donde resultaba embarazosa.

Naturalmente, la condición de las patatas se deterioraba empezando a dar un hediondo olor. ¡Ésta fue la gran metáfora del precio que pagamos por mantener nuestra pena y pesada negatividad!

Demasiado a menudo pensamos que el perdón es un regalo hecho hacia otra persona, y aunque eso es verdad, también es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos.

 

   
 

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